Pq me hice desarrollista: Eduardo Falcone

Fue en 1982. Tenía 20 años y me había venido a Buenos Aires para estudiar en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Durante mi época de estudiante secundario en Chivilcoy y en plena Dictadura no se hablaba de política, pero mi padre era frondicista y tenía unos cuantos libros del desarrollismo así que mi primer contacto con esas ideas vino por ese lado.

Recuerdo que las discusiones con mi viejo eran similares a las que los no desarrollistas tienen con nosotros. Por ejemplo, le preguntaba cómo podía ser que si los desarrollistas eran tan geniales y habían hecho un gobierno tan excelente, eran tan pocos y tenían tan poca inserción popular. Y mi viejo me bajaba todo el rosario del partido, sin convencerme del todo. Por características típicas de la adolescencia prefería confrontarlo que adherir a sus ideas. Pero ya me había inoculado el germen de esa doctrina. Sobre todo cuando leí el Movimiento Nacional, de don Arturo. Me sacudió la cabeza, literalmente. Aun así, todavía seguía buscando un posicionamiento político personal, con algunas simpatías bastante generales hacia el peronismo.

Desde mi llegada a Buenos Aires en 1980 el clima político era muy pero muy pesado. En la Facultad no se podía hablar de política. Estaba prohibido hasta pararte en el patio y juntarte con dos o tres personas más de cinco minutos. No circulaban documentos politicos. El “Golden Boy” del decano publicaba un boletín con algunos datos de la coyuntura, pero muy lavadito. Cero contenido político.

En 1982 los controles políticos en la Facultad estaban un poco menos estrictos, pero recién a partir del anuncio del desembarco en las Malvinas la cosa se puso más movida. La euforia generada entre los estudiantes y el pueblo en general daba pie para iniciar discusiones políticas, básicamente sobre política exterior e historia. No mucho más.En lo personal estaba muy movilizado con el clima de época, pero intuía que más allá de los sentimientos que me despertaba la recuperación de las Islas, el patriotismo de los soldados, la solidaridad de la gente con ellos y que compañeros míos de la secundaria estuvieran en la colimba dispuestos a ir a pelear por la Patria, algo no me cerraba. No podía entender como un país subdesarrollado como la Argentina podría tener alguna chance de obtener algún resultado favorable, militar o diplomático, confrontando con dos potencias aliadas como el Reino Unido y los EEUU, con mucha más experiencia militar y –con mi precaria información en la materia pero con bastante sentido común- seguramente con mucho mejor equipamiento bélico que el nuestro. En ese clima de tensión y euforia nacionalista generalizada, el 22 de Abril el MID publica un documento único, histórico. En soledad y contra toda la corriente de opinión pública y la propaganda oficial, el desarrollismo no solamente exponía una visión critica sobre la decisión del gobierno militar sobre la guerra, sino que planteaba con precisión quirúrgica todos los problemas existentes y todas las consecuencias posibles que acarrearía el conflicto, no solo en el campo militar sino también en materia económica y en el campo de las relaciones internacionales de la Argentina. Para mi fue impactante, disruptivo, me produjo un shock instantáneo. Como una revelación religiosa que me daba todas las respuestas a todas mis preguntas del momento, y las conectaba con una idea de país que andaba rondando en mi cabeza y que no había madurado hasta ese día. En ese instante me hice desarrollista, o empecé a serlo.

A los quince minutos de leer ese documento, averigüé donde quedaba la Sede del MID. Me presente al otro día en la puerta de Ayacucho 49 preguntando como me podía incorporar al partido, donde podría conseguir bibliografía sobre sus ideas, y con quienes me podría contactar para organizar una agrupación universitaria en la Facultad de Ciencias Económicas. No recuerdo quien me atendió en ese momento, probablemente Gustavo Reyscher de la librería de Planta Baja, salvo que me prestaron un ejemplar de Estatuto del Subdesarrollo y que me pusieron en contacto con dos personas que me podrían acompañar en mi ingreso a la actividad política universitaria. Esas personas siguen siendo dos de mis mejores amigos desarrollistas de entre cientos de compañeros con quienes he compartido horas, días y años de formación, de debate y de militancia: Ricardo Dealecsandris y Julio Conte Grand. A partir de ese momento abrace las ideas desarrollistas y después de 40 años sigo convencido de haber elegido correctamente.

Militancia y amistad. Rodolfo Lacava, Julio Conte Grand y Eduardo Falcone
Falcone en el Congreso Nacional de la Juventud Desarrollista

 

Junto a Héctor Valle en Ciencias Económicas.
Rodolfo Lacava y Eduardo Falcone en el Comité de Chivilcoy
2021 en Ayacucho 49

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